Me encanta ver los vídeos caseros. Por suerte o por desgracia, mi padre insistía en grabar hasta los chavales tirando petardos en la calle en Año Nuevo. Gracias a este tipo de vídeos he visto mi evolución, cada año, dejé de disfrazarme con antifaz, peluca y gorro, para arreglarme con un ajustado vestido con el que deslumbrar toda la noche. Pase de mandar cincuenta SMS a mis "amigos" del colegio para hacer un par de llamadas a aquellos que se merecen el primer "Feliz Año" de mi boca. Dejé de tomar 12 aceitunas, indomable vicio, para hacerme mayor y tomarme las tradicionales uvas. Abandoné la pequeña copa de Coca Cola para brindar con sidra a pesar de ni mojar los labios por el horrible pánico que le tengo al alcohol. Dejé de llevar coletas, para aprender a peinarme yo misma e ir con un elegante recogido. Dejé de insistir en que me cantaran el cumpleaños feliz para despedirme deseosa de ver a mis amigos.
Creo, que el
hecho de cumplir años el mismo día que empieza uno nuevo marca mucho mis
etapas. Recuerdo hace unos años, cuando todo aún era más o menos parecido a
aquellos vídeos caseros, a mi abuela, que en paz descanse, cuando aún podía
andar aunque se quejaba de dolores, antes de necesitar a una mujer que la
cuidara. Veía el partido, enfurruñada se quejaba, o las noticias y me
preguntaba qué habían dicho y yo me encogía de hombros... ¿cuándo siendo niños
nos hemos interesado por las noticias? Cuando llegaba con un top de tirantes en
pleno agosto y ella se alteraba diciendo que me tapase que me iba a congelar.
"-Que no hace frío, abuela... -Uy, ¡qué no hace frío!" y recuerdo
perfectamente su gesto inconformista con el que me miraba sentada en su butaca.
Y las cartas, nunca me gustó tanto el cinquillo. Absurdo, y ahora odio jugar a
las cartas cuando antes lo que más deseaba hacer nada más llegar a casa de mi
abuela era jugar con mi tía, comer las patatas revueltas con huevo tan ricas e
inigualables y jugar a las cartas con mi abuela.
Ahora me bebo un
par de cervezas con un cigarro entre los dedos mientras aquel apuesto tipo del
otro lado del garito me mira, mientras recuerdo mi infancia.
Nunca me imaginé
que ser adolescente sería así... Supongo que he dejado de ser una niña, pero
sigo en mi camino hasta llegar a ser mujer. Pero ¿quién me diría a mí hace diez
años que mi vida sería así? ¿Quién me diría que en el 2012 no se acabaría el
mundo, pero sí perdería a mi mejor amiga, daría la vuelta a mi pensamiento y
cambiaría hasta mi actitud conmigo misma y con los demás? ¿Quién me diría hace
diez años que acabaría teñida de pelirroja? ¿Cómo iba a saber que me volvería
tan arisca y poco romántica con lo fantasiosa que era antes? ¿Quién me iba a
decir que el sexo iba más allá de meter y sacar la polla mientras te agarran de
la cintura? ¿Que acabaría estudiando Artes y preparándome para un
viaje a la bella Roma? ¿Cómo podría imaginarme que conocería a gente que me
hace sentir tan querida como nunca me había sentido?
Si
hubiese construido mi vida en un instante, mientras mi abuela
sopesaba su acción en la inquietante batalla en su mesa del salón, jamás habría
acertado en una sola cosa. Antes hubiese imaginado que acabaría rubia. Pero,
"nunca digas nunca". Quién me habría dicho que el 2012 sería así, que
acabaría así. Y no soy capaz de plantearme un 2013, y me alegro, porque no
quiero, quiero que este próximo año sea una sorpresa más en mi vida, con 18
años y miles de experiencias nuevas que me hagan más mujer. Soy feliz de darme
cuenta de lo que crezco, cada vez la niña que llevo dentro está más lejos, y
casi puedo echarme a llorar al decirla adiós.Pero una nueva mujer me espera con
los brazos abiertos. Sólo pido que este año estabilice más mi vida, ya tengo
metas fijas, pero me falta abrir el sendero y despejar esos obstáculos. Pido
estabilidad y suerte. La suerte es una virtud que no a todos se nos concede.