jueves, 4 de octubre de 2012

"Unos cuantos polvos de madrugada."


En la cama pasan más horas que sueños. Los sueños se deshacen, se desvanecen, como el humo del cigarro que sube hacia la pared y nunca llega. Me pregunto que hora será, hace tiempo que me he despertado y una luz blanca se cuela por el pequeño hueco que deja la persiana antes de tocar el alféizar. Acaricio las sábanas pensando en la lujuria que ha quedado grabada en ellas. El cigarro se consume sin llegar al final y los recuerdos vuelven a mí, como la humedad entre mis piernas. Por pensar en ti. No, en ti no. En ti no pienso. Ni te quiero ni te quise. No fuiste nada para mí más que unos cuántos buenos polvos de madrugada. A mi casa te traía y de mi casa te echaba. No me gustaba escucharte hablar, no me gustaba tu insistencia... ni siquiera me gustaban tus besos. Solo tu forma de follarme. Nada más.
Duele, ¿eh? No siempre sois vosotros los que nos echáis a patadas, eso no es así. Hay capullas como yo. En verdad, la mayoría son como yo. Pero solo con aquellos que no llegamos a querer, aquellos a los cuales no cogemos ni una pizca de cariño, aquellos que solo sirven para un polvo. Y nada más. 
Ahora puedes llamarme princesa mientras me piensas en puta. Sí, así, soy una zorra bipolar que no sabe lo que quiere y que juega contigo, una hija de puta sin sentimientos inmadura y muy muy muy guarra. Pero bien que te encantaba la forma en que te la comía, eh cabrón... Tanto tú como yo podemos insultarnos y odiarnos, pero ambos reconoceremos que aquellas noches ambos rozábamos el cielo. Ahora nos mandamos al infierno. Y a veces quiero que vuelvas, te echo de menos. Y esas manos que deambulaban por mi piel. Pero ahí te quedas, sigue llamándome puta. Sigue mirándome con una mezcla entre odio y deseo que sólo te vas a quedar con unos cuantos polvos de madrugada. 

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