Quién
se cree especial necesita un espejito mágico que cada maňana le diga que es la
más bella de la casa, de la manzana, de la ciudad o del mundo entero. Romper
los espejos es la habilidad que tienen aquellos que no saben lo especiales que
son. (Creerse especial y sus consecuencias.) "Un penique por lo que piensas"
En ocasiones me jode que las quemaduras que
me dejan en el corazón no se perciban como las que deja el sol en la piel. Y no
es que me guste enseñar mis heridas cuál mono de feria encerrado en su jaula,
pero hay dolor invisible y mudo, y el mundo a veces está demasiado sordo.
"Es inútil perseguir al mundo. Nadie lo alcanzará"
Yo
tenía un destino y me habían asignado una libertad.
Es una ironía divertida, pero
tengo la voz rota y me cuesta hablar con soltura. Ya me imagináis.
Llevo ya unos años escondiéndome
bajo un tinte pelirrojo tulipán y unos ojos que ya no me piden maquillaje.
Me he acostumbrado a mis
propios suspiros y a quedarme sin aire y tener que saltar inconsciente para que
un golpe vuelva a hacerme funcionar.
También al tabaco y al café, y
como hacen el amor tan suciamente en mi boca hasta privarme de besar.
He perdido a mi musa, a la que nunca conocí. Ahora sólo
sé que está más lejos que nunca y sólo me queda de ella unas sencillas historias
de adolescente que nadie lee.
¿Por qué huiría mi musa, si la
adoraba como a ninguna? Y ahora un papel
en blanco me vence cada uno de todos los duelos a los que nos enfrentamos.
No sé escribir. Se me ha
perdido con mi musa, allá dónde esté inspirando ahora.
Yo tenía un destino que decidí
descartar. ¿No?
Mmm… esta voz rota es muy
sensual en una noche de calor junto a la ventana.
Aún me duelen las ingles del tipo de mediodía, y tengo la marca de la boca del de anoche.
De uno aprendí que la vida no
es un cuarto de basuras mugriento dónde rebuscar tu comida para sobrevivir, y
de otro que no hay que disimular tanto una alegría que no existe.
Me quedo con esos polvos que
son sólo “polvo en el viento” y sus enseñanzas que son huellas en mi destino,
aún caminando.
He olvidado que el cigarro
seguía encendido y está precioso vestido de delicadas cenizas que no durarán ni
dos segundos antes de que una ráfaga de viento las haga desaparecer.
Soñadora, me dice mi
subconsciente, eres una soñadora.
Tengo muchos sueños que
cumplir y todos llevan tiempo, camino despacio porque de momento no tengo
prisa. Me entretengo con obstáculos como la pereza, la falta de disponibilidad, el dinero
(por muy materialista que suene, sin dinero no vas a ninguna parte),la carrera y volver a enamorarme de alguien del
que ya me enamoré.
Un corazón que late tan rápido
y está cosido malamente después de resquebrajarse hace de su cuerpo una cárcel y
de su alma una suicida.
Pero prefiero andar con un
corazón desgarrado que con la ausencia de mi alma.
Al menos mi alma me escucha y
podemos charlar de vez en cuando, aún teniendo el pecho vacío, seguiría siendo
humana.
Imaginaba lluvia. Decían que llover era
algo triste. Pero aún me parece más triste la hierba pajiza en los campos y las
rocas ardiendo bajo los pies. Nos habíamos quedado sin lluvia y sin las tazas
calientes de café. El verano hace los cigarros aún más repulsivos y mirar por
la ventana hasta pierde su encanto. La piel se me secaba y ni siquiera me
maquillaba. Apenas me peinaba y no me importaba salir como un león una de las
pocas tardes de compañía. ¿A quién intentaría impresionar peinada? Los hombres
me dicen que estoy mucho más guapa con el pelo revuelto, pero claro, eso me lo
dicen después de follar.
Sigo imaginando que llueve y que Ella está
sentada en frente de mí, en la mesa de la esquina de la cafetería más cutre de
la avenida. Me sonríe mientras yo miro ensimismada a la gente acalorada por la
calle, con su piel brillante y sudorosa y sus gafas de sol, buscando
desesperadamente unos centímetros de sombra dónde esconderse de una estrella de
la que nunca nos hemos quedado sorprendidos.
Es curioso que los sujetos de ciudad
siempre nos escandalicemos de que allí nunca podamos ver las estrellas, y que
la que más brilla no la reconozcamos como tal. Acostumbrarse es llenarse de
vacío y creer que existes, es morir.
Le doy vueltas al hielo medio deshecho
en el café mientras en toda la cafetería suena ‘Stand by me’ de Oasis.
-¿Y esas ojeras? –me dice de repente.
-La vida no me deja dormir.
Y cuando levanto la vista, se desvanece.
Justo en ese momento, una camarera se lleva las tazas de la mesa de al lado y
me mira de reojo hasta que se va a toda prisa a la cocina.
-Cuando era pequeña creía que este mundo
sería fácil –continúo explicándole aunque no haya dejado ni un pelo suyo en la
mesa ni el calor de su cuerpo en el asiento –Que no me costaría cumplir con lo
que me proponía. La vida me ha engañado, y ahora no me deja dormir.
La canción sigue sonando de fondo entre
voces inteligibles y sonidos de platos y cubiertos chocando.
-¿Dónde estás? –me esfuerzo por mirarla
a los ojos, pero solo veo una silla y un cuadro bastante feo de un bodegón a
óleo –No soy la misma desde que te fuiste. Ni siquiera sé escribir, se me ha
olvidado crear historias y tengo miedo hasta de mí. ¿Dónde estás ahora?
Morir es demasiado fácil. Me pongo a
cantar por lo bajo en un tono lento una canción que ni siquiera sabía que
recordaba, con una voz quebrada y poco entonada, observando el cubito de hielo
reduciéndose a la vez que deformándose, aguando el resto del café en aquella
taza que no tenía nada de especial. El
cabello demasiado encrespado me tapa casi toda la cara. Me sujeto la cabeza con
ambas manos mientras derramo una lágrima muda que golpea el milimétrico cubito
de hielo y resbala hasta perderse en esa crema amarga que he dejado abandonada
en la mesa. Morir es demasiado fácil,
pero se me están acabando los intentos, y en mi mente rebota su pregunta: “¿Y
esas ojeras?”, “¿Y esas ojeras?”…
Creo que perdí el alma hace un año. Se
me cayó en una taza de café, en algún bar cutre de la ciudad. Tendré que ir a
buscarla. El problema es que hace un año aborrecía el café.
Decían que batirse en duelo era cosa de hombres. Yo nací con una espada y
el pecho abierto, y mi rival no tenía espada pero tenía acorazada la sangre del
cuerpo.