domingo, 19 de mayo de 2013

Pensamientos de nocturnidad III




Hablo al desafortunado hombre que acaba de perder el tren en el andén de enfrente sus catorce minutos de espera mientras a una aproximación de cincuenta personas nos impacienta un minuto por una desenfrenada lucha por apoderarse del primer lugar frente a las puertas. (Stop) A veces pienso en prosa poética. A veces no necesito pensar tanto como pienso. A veces necesito pensar antes de dar el paso. A veces... a veces notas una mano rondando tu culo entre la multitud. A veces te reservas dividir sus huevos en cuatro. -Oiga señora, no sujete tanto a su hijo que no le va a dar un infarto cerebral por tanta presión mental contenida en el vagón. Vagón. (Stop) Suena Scars- Elegion. La palabra vagón es preciosa. Metafórica o literal, si hablas de un vagón siempre será un símbolo del tipo de vida que has decidido llevar en tu camino a... (Stop). A veces digo demasiadas tonterías y el chico de los ojos verdes y la chaqueta de cuero se va a bajar con las ganas de saber si volverá a verme. Dejad de tener fe en la casualidad. Quizá sea yo la que me guarde la intriga de conocerle. Nah... Hay personas que no me interesan ni quiero que me interesen. (Stop) Es curioso que todos odiemos aquellos trayectos por el centro en que no necesitamos agarrarnos a nada porque todos nos sostenemos. Huimos de la estabilidad aunque somos inestables. Odiamos el apoyo y la firmeza (y la variedad de olores exóticos que emanan de los brazos en alto de señores que dicen haber tenido un día duro al entrar en casa). Odiamos el metro. (Stop) En el anterior transbordo me ha extrañado ver a una niña de unos ocho años entre tanto diecinueveañero borracho dando gritos, aún por Carabanchel. Iba sola y estaba un poco rellenita. Tenía unos rasgos latinos rasgados adorables y miraba a su alrededor admirando y temiendo cada palabra de los adultos, esos seres que deciden complicarse y a los que no les gusta jugar. Yo no sé qué dirían, en mis cascos sonaban AC/DC. De vez en cuando la miraba de reojo, y nunca me han gustado mucho los niños, pero seguía preguntándome que hacía esa criatura a la una de la mañana en el metro en los inicios de noche de fiestas. Y sin darme cuenta, me pisó y yo la miré. Se quedó asustada como si fuese algo terrible. Solo la sonreí sin decir nada. Quería escuchar la canción que estaba a punto de terminar. Parece que mi sonrisa le gustó, porque tardó poco en convertir su miedo en otra tierna sonrisa y un dulce gesto de vergüenza que me hizo reírme por lo bajo en la sordera de "You shook me all night long". Cuando me bajé del tren me arrepentí de no haberme despedido infantilmente con la mano de ella. Solo espero que, fuese a donde fuera, este metida en su cama. (Stop). Odio escribir en el móvil y quiero llegar ya a casa. Aún tengo los pies congelados y solo he dormido cinco horas en dos días. Y, aunque mi bello amor incondicional es mi cama y el sueño su cupido, últimamente no duermo mucho. Demasiados pensamientos estúpidos de nocturnidad. (Stop)Me resulta triste escribir para mí y publicarlo para que ni tres personas lo lean (conocidos o desconocidos). Esas tres (por decir un número bajo e impar que, siempre queda mejor) personas que hacen que mi mundo no se quede vacío, como ahora el vagón. (Stop) "Próxima estación: Pinar de Chamartín. Final de trayecto"

viernes, 10 de mayo de 2013

Hay dones que caducan y talentos que ya no impresionan a nadie.


Llamaba suspiro a cada uno de sus amores. Un día alguien le robó la respiración y desde entonces el aire dejó de ser aire y los pulmones solo le servían para ahogarse en la pena. (Microrelato)

viernes, 3 de mayo de 2013

La Danza de la Muerte



«-¿Qué significa eso?
-Es la danza de la Muerte.
-¿Esa es la Muerte?
-Y bailando se lleva a todos. A todos.
-¿Para qué pintas esas bobadas?
-Me parece que conviene advertir al pueblo que tiene que morir.
-No vas a hacerles muy felices. 
-¿Y por qué demonios hay que tratar siempre de alegrar a la gente? También conviene asustarla de vez en cuando.
-Cerrarán los ojos y no verán tus pinturas. 
-Descuida que las miraran. Una calavera resulta mucho más interesante que una doncella desnuda.
-Si tú les metes miedo...
-Reflexionan.
-¿Y si reflexionan...?
-Les entra mucho más miedo.
-Y se arrojan en los brazos de los curas. 
-Eso no es cuenta mía. 
-Tú te limitas a pintar tu danza. 
-Este es mi mural y que cada uno saque su consecuencia.
-Puede suponerte que muchos te reprocharán. 
-Y es natural. Siempre será desagradable el recuerdo de la muerte como dulce es la vida.» 

El séptimo sello - Ingmar Bergman