viernes, 26 de octubre de 2012

¿Quién te dice a ti...?


Rompiendo mis márgenes, buscando entre cada gota que resbala en la bañera. Y sentarme desnuda dejando que el agua de la ducha caiga sobre mi cabeza y resbale por mi piel, se deslice por mis labios hasta mi boca y me inunde las pestañas. Agua fría para días de felicidad, agua caliente para días de tristeza. Que el vapor ascienda y empape el espejo en el que luego nadie podrá reflejarse. Es tan frustrante tener que recoger los pedazos de mí. Me duele al agacharme a lo más profundo, cuesta levantarse.
¿Sabéis? No hay nada pero que querer ser otra persona. Mirarla cada día y envidiarla por su aspecto, su actitud o su triunfo... O encontrártela en el autobús y sin conocerla de nada desear tener el mismo pelo, los mismos labios, el mismo bolso, los mismos zapatos... Están aquellos que luchan por ser su copia. Bueno, más triste sería no tener nada por lo que luchar. Yo envidio. ¿Quién no envidia? ¡Ah, mentiroso...! Sé que tú también, ese en el que piensas ahora mismo, ¿de verdad es mejor que tú? Envidio que haya gente con éxito escribiendo en internet , pero no por ello quiero ser otra copia más. Apenas me leerán tres personas que me conocen, ¿y?
Ya tendré tiempo de que me lean, y tampoco quiero hacerme publicidad. Por lo tanto, olvido mi envidia. Pero tú, deja de pensar en los ojazos de tu compañera de clase, nunca los tendrás azules... pero ¿quién te dice a ti que no es tu mirada oscura una de las cosas de las que él se enamoró? ¿Quién te dice a ti que la canción que escribiste, la que no tuvo tantas reproducciones como aquel otro, no emocionó a alguien? ¿Quién te dice a ti que tu jefe no pensó que serías un buen trabajador el día en que le diste la mano y sonreíste con todas tus ganas e intenciones de caerle bien?
La ducha, definitivamente, inspira. Mi conclusión es que me gusta lo que soy, y cada vez soy más consciente de que voy dejando atrás a esa niña inocente e insegura, y me voy acercando a una mujer más decidida y con ganas de no perder ni un minuto de mi tiempo en chorradas. Cada mínimo detalle que hago por mí y para mí me hace feliz, pero por cada minimísimo detalle que hago por y para los demás, doy otro paso adelante, haciendo cosas que haría una niña. Me doy cuenta de que no me estoy volviendo tan egoísta como pensaba, si no más independiente. Cierro el grifo y respiro hondo sintiendo como el frío penetra en mi piel, como se eriza hasta que un escalofrío me despierta y empuja a ponerme en pie. Con esta independencia tengo que empezar a poner en práctica todo lo que me estoy planteando hacer a lo largo de la vida. Quiero deshacerme de la pereza, de la vergüenza, del miedo... Creo que forzándome un poquito a ello las primeras veces, las siguientes, si fracaso no será por mi desgana ni mi falta de empeño. No necesito la toalla, ni siquiera secarme los pies. Voy a dejar una huella que solo el tiempo podrá borrar. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

"Frío"


Escucha, pero haz oídos sordos. No respondas, no actúes. Sólo recoge lo que merece la pena reflexionar y olvídate de todo aquello que pueda encarcelarte en amargura. ¿Quiénes son ellos para determinar mi condición, mi estado, mi humor? Yo misma debo aprender qué está bien y qué está mal, y ellos no me conocen enteramente, no saben qué es bueno ni qué es malo para mí, entonces no pueden hacerme sentir bien ni hacerme sentir mal. Me sois indiferentes.
Nunca des demasiada importancia a tus amigos, tienes que guardar cierta independencia. No todo lo que te digan es verdad, ni mentira. Tu formación, tu camino al ser tú mismo no lo tienen que regir ellos, si no tú.
Pide consejos, siempre vendrán bien, pide opiniones y críticas, acéptalas y guárdalas, pero que no se te claven hasta hacerte daño. Sé tu propia coraza, pero sin encarcelarte en ti mismo. Tú y sólo tú eres tu dueño y tienes la llave que abre tus sentimientos. Nadie, ni siquiera tu madre, tiene el derecho a arrancártelos hasta rasgarlos. Enfríate , mantente frío y cuando el momento sea el adecuado, derrite tu corazón. 

lunes, 8 de octubre de 2012

"Superbia"





Dicen que la soberbia es la cabeza de todos los pecados restantes. Todos guardamos orgullo. Lo que pasa es que somos unos cuántos los que no nos rebajamos a pedir perdón o ayuda a no ser que sea extremadamente necesario.
Yo, por ejemplo, iría al Infierno arrastrada por él. 
Pero, ¿por qué es malo? Quizás es que a veces no nos percatamos de esa delicada y fina línea casi inapreciable que limita el amor propio del orgullo. Que sí, tío. El problema es que mi autoestima se me cae muy ocasionalmente, mi amor propio está lleno de ostias, entonces llega el orgullo y me coge por debajo de los brazos, me levanta, me alza la barbilla y me quita la expresión tonta e inocente de la cara. Me vuelvo... egoísta y orgullosa. No voy a compartir mis problemas si no veo exagerado interés, no voy a mantener una conversación como si nada después de días, semanas, meses sin contacto por un puto enfado. Ya puede pasar un año, que hasta que no vea que te importo no te haré ver que me importas, por mucho que te tenga en mi cabeza todo el día.
Superbia.
Y Nietzsche dijo: 
«Pido pues a mi orgullo que siempre vaya del brazo con mi cordura. Y cuando me abandone mi cordura, pues le gusta alzar el vuelo, que mi orgullo vuele siquiera del brazo con mi locura.
Superbia. Me gusta ese nombre. Lo utilizaré más adelante, quizás para una buena historia, una que merezca la pena mostrar.
Me resulta extraño porque el orgullo me define, el orgullo me hace ganar y también perder. Que me castigue Dios, si existe, por cometer este gravísimo pecado, por olvidarme de mis propios errores y defectos, por recordarlos y no reconocernos.
El pecado es inmortal. Mi pecado no muere. Y mi principal y eterna guerra siempre será en su contra.
Y, si soy sincera, es una guerra amistosa, ese amor desordenado de mí misma me cae bien, me hace yo.
Soy autodidacta, mi muro es no aceptar las críticas, y soy consciente. Pero soy así, y no me rebajo. No me rebajo. Estoy enferma, enferma de orgullo.

"La amargura y el orgullo son hermanos gemelos; el mal humor y la irritabilidad son sus inseparables acompañantes"

jueves, 4 de octubre de 2012

"Unos cuantos polvos de madrugada."


En la cama pasan más horas que sueños. Los sueños se deshacen, se desvanecen, como el humo del cigarro que sube hacia la pared y nunca llega. Me pregunto que hora será, hace tiempo que me he despertado y una luz blanca se cuela por el pequeño hueco que deja la persiana antes de tocar el alféizar. Acaricio las sábanas pensando en la lujuria que ha quedado grabada en ellas. El cigarro se consume sin llegar al final y los recuerdos vuelven a mí, como la humedad entre mis piernas. Por pensar en ti. No, en ti no. En ti no pienso. Ni te quiero ni te quise. No fuiste nada para mí más que unos cuántos buenos polvos de madrugada. A mi casa te traía y de mi casa te echaba. No me gustaba escucharte hablar, no me gustaba tu insistencia... ni siquiera me gustaban tus besos. Solo tu forma de follarme. Nada más.
Duele, ¿eh? No siempre sois vosotros los que nos echáis a patadas, eso no es así. Hay capullas como yo. En verdad, la mayoría son como yo. Pero solo con aquellos que no llegamos a querer, aquellos a los cuales no cogemos ni una pizca de cariño, aquellos que solo sirven para un polvo. Y nada más. 
Ahora puedes llamarme princesa mientras me piensas en puta. Sí, así, soy una zorra bipolar que no sabe lo que quiere y que juega contigo, una hija de puta sin sentimientos inmadura y muy muy muy guarra. Pero bien que te encantaba la forma en que te la comía, eh cabrón... Tanto tú como yo podemos insultarnos y odiarnos, pero ambos reconoceremos que aquellas noches ambos rozábamos el cielo. Ahora nos mandamos al infierno. Y a veces quiero que vuelvas, te echo de menos. Y esas manos que deambulaban por mi piel. Pero ahí te quedas, sigue llamándome puta. Sigue mirándome con una mezcla entre odio y deseo que sólo te vas a quedar con unos cuantos polvos de madrugada.