lunes, 8 de octubre de 2012

"Superbia"





Dicen que la soberbia es la cabeza de todos los pecados restantes. Todos guardamos orgullo. Lo que pasa es que somos unos cuántos los que no nos rebajamos a pedir perdón o ayuda a no ser que sea extremadamente necesario.
Yo, por ejemplo, iría al Infierno arrastrada por él. 
Pero, ¿por qué es malo? Quizás es que a veces no nos percatamos de esa delicada y fina línea casi inapreciable que limita el amor propio del orgullo. Que sí, tío. El problema es que mi autoestima se me cae muy ocasionalmente, mi amor propio está lleno de ostias, entonces llega el orgullo y me coge por debajo de los brazos, me levanta, me alza la barbilla y me quita la expresión tonta e inocente de la cara. Me vuelvo... egoísta y orgullosa. No voy a compartir mis problemas si no veo exagerado interés, no voy a mantener una conversación como si nada después de días, semanas, meses sin contacto por un puto enfado. Ya puede pasar un año, que hasta que no vea que te importo no te haré ver que me importas, por mucho que te tenga en mi cabeza todo el día.
Superbia.
Y Nietzsche dijo: 
«Pido pues a mi orgullo que siempre vaya del brazo con mi cordura. Y cuando me abandone mi cordura, pues le gusta alzar el vuelo, que mi orgullo vuele siquiera del brazo con mi locura.
Superbia. Me gusta ese nombre. Lo utilizaré más adelante, quizás para una buena historia, una que merezca la pena mostrar.
Me resulta extraño porque el orgullo me define, el orgullo me hace ganar y también perder. Que me castigue Dios, si existe, por cometer este gravísimo pecado, por olvidarme de mis propios errores y defectos, por recordarlos y no reconocernos.
El pecado es inmortal. Mi pecado no muere. Y mi principal y eterna guerra siempre será en su contra.
Y, si soy sincera, es una guerra amistosa, ese amor desordenado de mí misma me cae bien, me hace yo.
Soy autodidacta, mi muro es no aceptar las críticas, y soy consciente. Pero soy así, y no me rebajo. No me rebajo. Estoy enferma, enferma de orgullo.

"La amargura y el orgullo son hermanos gemelos; el mal humor y la irritabilidad son sus inseparables acompañantes"

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